jueves, 19 de marzo de 2015

CUESTIÓN DE FE. Último ejercicio del taller de escritura





       En este ejercicio debíamos recrear en algún momento una persecución con un parón en ella... espero que os guste mi ejercicio.


Cuestión de fe

Su momento había llegado. Nihil Cofimoheil empotró el símbolo sagrado en sus manos, entrecerró los ojos, y entonó la parte final del ensalmo que el resto de sacerdotes estaban por concluir.
            “Jurnus tempsa Igriax au artres planax…”
            Algunos acólitos abrieron unas vasijas y esparcieron unas cenizas que, nada más tocar el interior del pentagrama invertido, comenzaron a ascender y a converger en torno a él, dibujando en el aire una suerte de espirales que aceleraban y deceleraban caóticamente.
            “Igriax xacro et omin…”
            Los restos funerarios danzaron al unísono, fundiéndose unos con otros y terminando por agruparse en una sola entidad: una delgada pero larga línea que serpenteaba por encima de su cabeza adoptando numerosas formas (rostros, estrellas o criaturas); hasta que, en el sumum de su orgía metamórfica, una explosión sorda dispersó toda la ceniza dentro del perímetro.
            “Et finalis xacro destei Igriax proveere…”
            El suelo que pisaba el vicario empezó a manifestar una luz de un denso jade que, poco a poco, fue engullendo todo lo que había dentro de los límites del pentagrama.
            “Zi Igriax prole”
            Justo cuando la última palabra fue pronunciada, y el silencio se hizo uno con la luz que alumbraba ahora todo el templo, uno de los concurrentes rompió el círculo y, precipitándose en aquel verde, se abalanzó sobre Nihil. Desde fuera, convertidos sus rezos en murmullo, el resto de fieles observaron como su maestro logró bloquear el ataque aferrando por las muñecas al agresor, el cual, puñal en mano, intentaba redirigir la hoja para cortarle el antebrazo.
– ¡Los yermos de Igriax* me esperan, es inevitable! ¡No puedes evitar el viaje!
El jade mutó bruscamente en un amarillo intenso. La visión se hizo casi imposible.
– ¡El ritual solo era para uno, fatalista**! ¡Se ha desestabilizado! –Dejó caer el arma y se agarró a él, abrazándolo con fuerza.
Nihil pudo ver el símbolo de Cyrstul*** grabado en su cuello. Intentó zafarse de la presa a la que había sido sometido, pero un rodillazo en el vientre le quitó las pocas energías que le quedaban tras quince horas de liturgia. El amarillo cambió a azul, oscureciendo la estancia. Apenas podía ver que ocurría fuera, sus piernas no podían seguir soportando los envites, tenía que evitar a toda costa salir, aunque la resistencia pareciera fútil. Pero, cuando su cuerpo se acercaba peligrosamente a uno de los límites del círculo, el azul torno en un gris macilento y la luz adquirió una densidad que los atrapó, impidiéndoles así el movimiento.
– No te veo, sucio iluminado… pero lo conseguí ­–logró articular Nihil casi sin resuello.
– Solo has logrado un viaje de ida, fatalista, y no se a donde… pero sí con quien.
En el exterior, el resto de clérigos observaron como, donde antes estaban los dos contendientes, ahora solo había un cubo sólido de una sustancia oscura.
Tras manipularla, y manifestarse como totalmente inexpugnable, la dejaron en observación; semanas después se transformó en líquido: no quedaba absolutamente nada.

***

El estruendo de una música sintética le hizo despertar. Estaba tirado en el suelo, y no sabía donde había ido a parar pero, a tenor de los innumerables pies que desfilaban a centímetros de su rostro, estaba claro que no había llegado a los yermos de Igriax (su dios no consentiría semejante despliegue de vida en sus dominios). Se irguió y oteó en busca del clérigo de Cyrstul. No lo vio, pero sí se topó con un mundo que a todas luces resultaba absurdo: un montón de gente se agitaba desenfrenada al ritmo de una música estridente que surgía de unos poliedros negros que se distribuían por varias torres de metal. A lo lejos, había un gigantesco entarimado en el que podía leerse “Kraftwerk”, y sobre el que una especie de humanoides artificiales se movían (o parecían intentarlo). Una hembra joven embutida en un ceñido vestido de cuero se dirigió a él, pero no pudo entender lo que decía (por lo que activó su anillo de comprensión idiomática).
–¡Ey, tío, me mola tu rollo! ¡Vaya conciertazo! ¿No? ¿Qué es eso, una túnica o algo así? –Dijo la mujer, esgrimiendo un vaso alargado y translúcido.
Nihil acercó su nariz y olisqueó.
– ¿Qué haces pavo? ¡Pero qué coño…!
– ¡Vicio…! ¡No sois tan diferentes!
– ¡Como llame a mi novio te vas a…! –El sacerdote atisbó al clérigo de Cyrstul, no terminó de escucharla. Se lanzó a la carrera. 
– ¡Aparta mujer!
Su enemigo se había percatado. Nihil era más poderoso a distancia y lo sabía. A cada metro que avanzaba perdía al iluminado y volvía a encontrarlo entre un mar de cuero y crestas. “¡Hijo de puta!”, “¡no empujes!”, “Te voy a partir…”. Si seguía así se  le escaparía, aunque todavía lograba distinguir su capucha. De repente entró en un pequeño claro. Uno de aquellos borregos lo derribó de un empellón. “Lo siento tío, estaba bailando”. Cofimoheil se levantó y miró a lo lejos, ignorándolo. Apretó su símbolo y sus dientes. No lo veía. No estaba. “Igriax vias lucis”, oró. Cerró los ojos, su dios lo guiaría; su mano derecha se entumeció (todo poder conlleva un sacrificio). Arrancó de nuevo a correr: nadando en la oscuridad, guiándose por las ráfagas de aire entre cuerpos y una luz grisácea al fondo. Cada vez más cerca. Ahí estaba. Lo veía. Abrió los ojos. A unos metros, atestada de bebedores, había una barra metálica. No podía verlo, pero sabía que estaba allí. “Donde hay fé hay resolución”, recordó.
– ¡Te veo! –Dijo en alto. Pero el estribillo de una canción engulló su grito de victoria. “We are the robots, we are the robots”, retumbaban los altavoces en aquella explanada.
El vicario de Igriax sonrió, hincó sus rodillas en el terrizo y, con las palmas de las manos sobre el mismo, entonó un cántico: - Igriax pater, Igriax morte, Igriax fuente, morte selecto, Igriax pater, alto Igriax.
Una niebla mortecina se alzó entre sus dedos, extendiéndose en torno a él. Según avanzaba, devoraba todo lo que se encontraba en su camino: la piel envejecía, la carne se debilitaba, la ropa se pudría, y todo, finalmente, perecía. Los tentáculos de Igriax acabaron llegando hasta la barra, tras varios segundos y decenas de angustiosos lamentos. Para entonces no quedaba nadie en pie delante de él. “We are the robots, we are the robots”, seguía sonando. Cerró los ojos y volvió a enfocarse en la oscuridad: ya no había luz grisácea, tan solo un vacío uniforme, puro. Esquivó cadáveres hasta la barra y miró al otro lado. Allí estaba, acurrucado como un feto, consumido, tan solo una carcasa; hasta costaba distinguir el tatuaje de Cyrstul en aquella arrugada y cuarteada piel.
Alguien tocó su hombro. Se giró con su símbolo en alto y se deslizó rápidamente a un lado de la barra.
– ¡Eh, eh, tranquilo tío, no voy a hacerte nada! ¡Joder que real! ¿Esto es un viral no? ¡Dímelo tío! ¿Es un viral, verdad?
Nihil miró por encima de su hombro, una multitud se arracimaba a su alrededor: mirando los cuerpos, echando fotos, y grabando la escena. No pudo evitar soltar una risotada.
– ¿Qué pasa tío? ¿Qué cojones te hace tanta gracia? ¿Llevaba razón, no?
– Me río de lo que veo.
– ¿Y que coño ves, amigo?
– ¡Tierra fértil, amigo! ¡Tierra fértil!

*Igriax: Dios del oscuro designio, creador de nada y devorador de todo.
**Fatalista: Apelativo con connotaciones negativas que utilizan los sacerdotes de religiones enemigas para referirse a los clérigos y adeptos de Igriax.
***Cyrstul: Dios de la luz, revelador de la verdad y el conocimiento, martillo de la oscuridad.



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