sábado, 9 de agosto de 2014

Primero de muchos. Ejercicio de escritura libre 08-08-2014 (Ya estaban allí)





     Ya que he decidido hacer un ejercicio de escritura libre al día, me parece que es buena idea ir subiéndolos al blog. No serán relatos cortos acabados ni nada por el estilo, posiblemente tengan bastantes fallos (si es que los otros no los tenían ya) a nivel morfosintáctico y de más tipos, aún así los subiré tras hacerles pasar levemente por el taller... para que al menos no resulte lamentable leerlos. Pondré el día en que hice cada ejercicio y las palabras con las que comencé a escribirlo como nombre. espero que a alguien les sirva de algo, al menos para entretenerse. Dejo el primero :)


08-08-2014 - Ya estaban allí


    Ya estaban allí, tras la puerta. Podíamos oír los reveladores “click” que hacían presagiar la acción. Tan solo un instante más y los tendríamos encima, con el pretexto de nuestra seguridad.
Nosotros ya lo habíamos leído en varios blogs de periodismo independiente. Todo estaba yéndose a la mierda, Francia no era nada ya; solo un enorme cementerio, “le grand croissant” decían los más subversivos de la red.
El silencio se hizo tras un último “click”, este más seco. Nos sonó como a pistolas, armas de fuego de algún tipo, tampoco sabíamos mucho de esas cosas, ¿esto no es como E.E.U.U. sabe? Pero… ¿tan mal estaba la cosa? ¿también aquí? ¿tan incontrolable se había vuelto aquella locura?... en fin…
La mano me sudaba cada vez más, y aquel enorme cuchillo, que nunca había sido realmente útil en casa, iba a empezar a tener un uso relevante.
Los ladridos de nuestros viejos podencos se hicieron cada vez más y más constantes, el silencio que se hizo tras ese último “click” tampoco les gustó nada. Finalmente se fueron corriendo hacia el salón comedor, desgañitándose por el camino.

            El sonido de la ventana al romperse fue atronador, por un momento se confundió con los gemidos ahogados de uno de mis vejetes, al otro ni siquiera llegué a oírle de nuevo, nos volvimos tan rápido como pudimos.
Los sesos de Cuco y Morti vestían de blanco y rojo el sofá, justo en el lado donde mi padre solía sentarse, él no había vuelto del trabajo esa mañana…
Dos tipos con traje de ciencia ficción estaban recuperándose de la caída, lo que yo y mi hermano aprovechamos. Pronto se dio cuenta uno de ellos de lo fácil que es que te atraviesen, traje de ciencia ficción incluido. El aliento se le fue al tipo rápidamente. En sus ojos no había rabia, ni ira… nada, diría que solo miedo… ¿a qué? Iban armados, determinados por lo que se veía y nosotros solo éramos: dos informáticos, un ama de casa y una cría de cinco años.
Escuché una detonación. El otro cabrón, aún en el suelo, había logrado usar una especie de pequeña arma verde. No se por qué, en ese momento pensé que seguro era producto de una de esas súper impresoras 3D israelí de último modelo. La expresión de horror de Juan me hizo girar la cabeza. Mi madre cayó a plomo sobre la mesita de cristal, no se rompió de milagro.
Cargué ciegamente contra el tipo a pesar de que me apuntaba. Otra vez volví a ver esa expresión tras su máscara transparente: ¡miedo! Pero había algo más, algo que le impidió detonar de nuevo aquel instrumento de muerte. Me abalancé y lo sujeté. Nos retorcimos en el suelo luchando por la posesión de la pistola.
El ruido de la pelea se confundía con el del lloro cada vez más seco y desgarrado de mi hermana. Juan logró bloquear al tipo a la altura del cuello con una presa. Logré arrebatarle la automática pero el gatillo no cedía. Mi hermano me miraba apremiante, el esfuerzo que estaba haciendo le impedía articular palabra, aquel hijo de puta era fuerte. Así pues, cuando vi que mi hermano no podía más, decidí abandonarme a mis instintos más primarios… golpeé una y otra vez su rostro, con tal violencia que en varios impactos cedió la máscara, clavándosele las esquirlas en la cara, no contento con dejarlo inconsciente (eso parecía) continué, hasta que comprobé que el verde de la pistola se asemejaba al naranja al pintarlo de rojo viscoso. Estaba muerto, y si no, poco me importaba.

            Mi hermano salió corriendo hacia mi madre. Estaba despatarrada sobre la mesita. De su boca salía a duras penas un hilillo de aire que se hacía cada vez más y más inconsistente, tanto como quejumbroso era el único sonido que lograba articular: uno entrecortado y ahogado, una suerte de gorgoritos que nos dolían en lo más profundo de nuestras tripas. No pudo despedirse ¿sabe? no con palabras, pero apretó fuerte la mano de mi hermano mientras intentaba decirme algo con la mirada… ¡la puerta!, ya no se oía nada, solo una sirena desagradable que provenía de fuera, de la calle; un sonido penetrante y denso que literalmente parecía quemarte los oídos.
¡Coge a Maria! Le dije a mi hermano ¡Ya vienen!

            Acerté a coger el cuchillo antes de salir disparado. Juré volverlo a manchar de sangre justo antes de salir de casa…


No hay comentarios:

Publicar un comentario