¿Así es como nos ven los dioses?
A pesar de
haber salido hacía ya un buen rato de la piscina, el cloro me seguía haciendo
bailar los ojos como una de esas canciones pachangueras hace mover el culo al
personal en las ferias de pueblo: de
forma más bien espasmódica, sin pasos definidos, y con menos gracia que la
canción en sí (que ya es decir).
Tras cruzar
la Avenida América ,
y acortar por un par de calles insustanciales (las típicas cuyo nombre
desconoces, sobretodo cuando lo necesitas), pasé junto a un local en reformas
de grandes dimensiones. No habría reparado en él, de no ser por la blancuzca
nube que había generado la interacción de una pieza de mármol y la radial del
currante de turno. A todo aquel que me conozca no le costará creer que fue
aquel desagradable cirro a ras de suelo, y no el ruido de “i” característico de
la sierra, el que me sacó de mi ensimismamiento. Dos estornudos (siempre
estornudo a pares) y un acceso de tos, me hicieron agachar la cabeza, y
fijarme, en consecuencia, en el alfombrado de quitina en que se había
convertido la acera aledaña a aquel negocio en ciernes.
Aún sumido
un tanto en mis cábalas, me puse a observar aquellas curianas con interés: mientras
una minoría yacían muertas, y otras tantas lograban huir despavoridas, la mayor
parte permanecían boca arriba. Las veía agitar sus patas en un eterno tour en
bicicleta de seis pedales, víctimas de su propia morfología y la concavidad de
su caparazón, atrapadas en una eficaz trampa de índole química (digo yo), y física
(la gravedad manda). Me quedé como hipnotizado, mientras andaba como el niño
que intenta no pisar las líneas (porque si las pisas te mueres); pero mis
líneas eran aquellos artrópodos, y mi muerte el sentirme mal por matarlas (y a
disgusto por oírlo).
Unos
segundos después, y unos metros más allá, el tapiz de cucarachas se deshilachó
definitivamente; quedando, tan solo, restos puntuales del genocidio. Justo
cuando la última de ellas me llamó desde abajo, con aquel incesante charleston invertido, una pequeña
desazón me invadió, y me pregunté… ¿Qué es más humano, darles la vuelta, o
matarlas?
Tras no
hallar respuesta, me fui.
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Mola, matarlas o darles la vuelta? Yo tampoco sé qué sería lo más humano, lo importante es que te hagas esa pregunta. Los dioses no hacen preguntas.
ResponderEliminarMola, matarlas o darles la vuelta? Yo tampoco sé qué sería lo más humano, lo importante es que te hagas esa pregunta. Los dioses no hacen preguntas.
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