El siguiente ejercicio corresponde al primero de un taller de escritura que comencé hace algo más de una semana. Las reuniones son quincenales y normalmente implicarán la elaboración de escritos para su posterior análisis entre todos los asistentes. El fin es mejorar y disfrutar. Ahí va el primero.
Elige una prenda de ropa que ya no esté en tu poder. Descríbela y cuéntanos su "biografía", cómo llegó hasta tus manos, qué vida le diste, cómo la perdiste, etc.
Este es mi ejercicio
WHITE ZOMBIE
Aún lo recuerdo.
Logro evocarme sobre aquel edredón
hortera de fibra sintética, pegado a la ventana, y ajeno a como, minutos
después, daría contigo entre la amalgama de reclamos para adolescentes de aquel
sacrosanto catálogo noventero. Lo abrí curioso, e iluminado por los haces
procedentes del patio de luz, me dispuse a echarle un vistazo.
Allí
estaban todas ellas, fuera cual fuera la necesidad del consumidor de
turno: perfectamente dispuestas, S, M, L, XL o XXL, negras en su inmensa
mayoría (¡cómo no!) y acompañadas de aquel olor a tinta, propio del papel cuché
no cubierto; como el de la propaganda del PRYCA cuando no era Carrefour, como
por entonces. Pasaba hoja tras hoja, seguro de no encontrar nada para mí, nada
que encajara con la timidez del que quiere llamar la atención sin que se la llamen;
aunque era tal el despliegue de calaveras, la exaltación a la novela de espada
y brujería, y las constantes referencias a las drogas blandas, que hubiera sido
muy difícil no morder el anzuelo. De todos modos, me solían hacer acreedor de
ese adjetivo tan nuestro, “especialito”, y tenían razón, hubiera devuelto aquel
fabuloso inventario sin despeinarme. Estuve un buen rato sin dar con nada
adecuado. Pero, justo cuando iba a relegarlo a la mesita de noche, te encontré.
De repente, el resto de cuartilla
resultó devorada por el desinterés más absoluto, y la superficie, donde lucías
plasmada, pareció adoptar un tono más satinado del que (hoy día estoy seguro)
debía tener. Me miraste profundamente con tus ojos de no muerta y me di cuenta
de cómo eras: tétrica pero no excesivamente seria, imponente pero no
estrambótica, sencilla pero no incompleta, blanca y negra, perfecta. Estaba
decidido a llevar aquel zombi blanco en mi torso: con su mirada vacía, sus
arrugas, sus amputaciones y una enorme equis cruzándole la frente. El resto era
negro, excepto por un “White Zombie” que rezaba en la espalda, justo a la
altura de los omóplatos; poco después supe que era el nombre de un conjunto
cuyo estilo oscilaba entre el noise rock
y el industrial metal. Sería faltar a la verdad omitir que te
hubiera preferido con las mangas más cortas. Pero, a pesar de aquel pequeño
inconveniente, valió la pena semejante hallazgo, la pena y unas mil doscientas
pesetas de la época, ¿o fueron mil quinientas?; a ser sincero, realmente no lo
sé. Siempre he pensado que solemos acordarnos mejor del precio de aquello que
nos decepciona, caso que no fue el tuyo. Es más, aquello que en un
principio me escamó, resultó ser toda una ventaja, una peculiaridad que te
distinguía, acabaste siendo la preferida de un aburrido harén que te veneraba,
más si cabe en los inviernos, pero todavía más en los entretiempos (esos mismos
que actualmente son como las hadas, el yeti o el monstruo del lago Ness).
Si lo intento, soy capaz de traer
a mí varios recuerdos de tu algodón 100%: en menor parte cristalinos, la
mayoría tan sólo reminiscencias.
El más vívido data de poco tiempo
después de tu adquisición. Ni siquiera ubico con certeza la primera vez que te
enfundé, pero sí aquella mañana. Desfilaba debidamente uniformado contigo por
los pasillos del I.B. Averroes; cabeza alta, paso raudo, y mostrando con
orgullo tu efigie de ultratumba, con tu afilada dentadura sobredimensionada en
mi escuálido pecho. Cuando, súbitamente, y al girar una esquina de la segunda
planta, me topé con dos expresiones radicalmente antagónicas: la primera, digna
de cualquier ilustración de diccionario para el término “sorpresa”, y la
segunda, carente de toda vida, con una hilera de dientes sumamente familiar. No
te preocupes, no me lo tomé a mal, ya sabía que te fabricaban en cadena. Pero
aun así, ingenuo de mí, esperaba que te emocionaras al verme, al verte. Aún me
sale la sonrisilla cuando rememoro a Andrés (mi mejor amigo) dándose la vuelta
despavorido y mascullando: – ¡Tío, tío! ¡Que se van a creer que somos hermanos!
¡Tío, tío! –Me satisface poder decir que fui el único afortunado en
contemplar la génesis de los llamados zombis rápidos; en el cine se pusieron de
moda una década después.
Te exhibí en muchas otras
ocasiones, aunque ninguna tan memorable.
Quizá, al margen de aquella
historia, tu labor más reseñable fue la de hacerte parte insustituible de un
disfraz que, una noche de Halloween,
acerté a denominar como “el arlequín del averno”. Y es que te convertiste en el
complemento perfecto del resto de componentes: unas mallas de mi hermana, las
gruesas cadenas del camión de mi padre (responsables estas de un legendario
dolor de cervicales), pintura a granel, y aquel gorro de bufón que gané en las
canastas de la feria. Acabaste erigiéndote, sin lugar a dudas, en elemento fundamental de aquel siniestro conjunto.
Volví a ataviarme con mi engendro
carnavalesco numerosas veces más, aunque ya sin ti. Te suplió una réplica
exacta; algo que debo agradecer a Andrés que, además de buen amigo, no es tan
despistado como yo (y te daba poco uso, todo sea dicho).
No sabría decir en que momento cambiaste de manos. No
obstante, intuyo que fue en el gimnasio o en la piscina donde nuestros caminos
se separaron. Lo único que se, es que me apenaría pensar que tus huesos de tela
blanca hubieran ido a parar bajo un fregadero, pegados al naranja butano de una
bombona, y dispuestos a ejercer de fieles compañeros del limpiacristales. Sería
esa una labor indigna, impropia de una protagonista como tú. Y, como yo no te
hubiera desterrado a semejante cementerio de elefantes, me gusta creer que, aún
hoy, sigues reposando en algún cajón, rodeada de otras prendas que envidian tu
porte, tu presencia… tu majestad.
White zombie by Francisco José Tamaral Sánchez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional
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