martes, 31 de agosto de 2010

EL SEÑOR DEL TIEMPO -relato antiguo-

 

Otro fragmento que tengo de hace tiempo mientras escribo más.

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  -¿Quién eres? -le espetó nada más llegar a la dorada loma.

  El extraño levantó la vista y tras una breve sonrisa constestó.
-Soy poco más que esta hierba seca, pero a la vez muy diferente.

  Miró de soslayo los matojos que sostenía aquel individuo en sus manos y replicó.
-Solo se que esta tierra es mía -Acto seguido, el noble le rodeó lentamente con su corcel, bajó y se acercó. 

  El extranjero respondió sacando carne de venado de un manido hato para ofrecérsela.

  -Poca gente responde con gratitud a la desconfianza, no sin generar más -dijo circunspecto el Barón.

  -Poca gente responde con tal sinceridad si alberga fundadas sospechas -decía el viajero, mientras le extendía de nuevo las viandas.

  El señor feudal aceptó la invitación tomando algo de carne y probándola, tras lo cual, el visitante señaló una enorme roca caliza. Ambos fueron a sentarse.

  -Sigo sin saber que te acerca y aleja a la vez de esta tierra, de estos matojos, de esta hierba seca -lo miró esperando una respuesta.

  -Al igual que a ella, el viento puede vencerme y los días me consumen, a la par que me hacen madurar -paró a dar un largo bocado.

  Su contertulio asintió, parecía haber comprendido eso.

  -Pero no me atan raices algunas, y lo más importante; puedo decidir tenerlas o no, puedo decidir exponerme al viento o resguardarme de él. Simplemente soy libre, es la capacidad de decidir lo único que nos hace libres -tras lo dicho se levantó. -Me voy, mi camino sigue.

  -¡Espera! -se dirigió al caballo y montó raudo. -¿Seguirás aquí?, ¡tardaré poco!.

  -Te estaré esperando, sabía que eras otro Señor del tiempo.

  -¿Señor del tiempo?

  -Sí, te lo contaré después, ahora abrevia compañero.

  El noble fue a coger lo imprescindible y volvió, dejando atrás todo lo que nunca amó: sus riquezas, su título, sus raices.
 

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