El agua moja. Es esta una realidad palpable que, una vez inmerso, no dejará de acompañar a cualquier sujeto. El agua se evaporará de vuelta a la orilla, al sol en otra isla, quizá en la cubierta de un fueraborda; pero no el salitre. Él es un compañero fiel y pertinaz, que nunca descansa, que recuerda perennemente los caminos recorridos. Huir del agua dulce es necesario, la conversión en tritón requiere de la sal del gran océano.
Es importante hacer referencia a la capacidad del agua de mojar, puesto que a partir de esa primera inmersión el medio será esencialmente acuático. Por lo tanto, antes de comenzar a nadar frenéticamente, o intentarlo al menos, debería darse una más que aconsejable familiarización.
Familiarización: proceso mediante el cual algo se hace familiar o común.
Son varios los estadios que presenta este proceso: tolerancia, ignorancia, familiarización y disfrute.
Para subir el primer escalón, basta con: chapotear, sumergirse por cuenta propia (y/o ajena consentida), hacer burbujas, respiraciones, perder verticalidad etc. en definitiva, cualquier experiencia que haga al individuo ser consciente de los efectos del líquido en su cuerpo, así como de las posibilidades que representa.
La ignorancia llegará y pasará desapercibida. Es la llegada del tercero estadio la que marcará la diferencia entre la desidia y el interés por avanzar.
Cuando el medio es familiar comienzan a aflorar preguntas: ¿cómo descansar sin moverme?, ¿cómo propulsarme sin apoyos?, ¿qué hacer para orientarse bajo agua?. Son estas y otras preguntas necesarias, tanto por la formulación de las mismas como por la búsqueda de las respuestas.
El disfrute se alcanza cuando cada cual consigue responder, a su manera, a todas estas interrogantes. De hecho, la creencia en verdades absolutas es, habitualmente, una oleaginosa capa que impide avanzar al nadador.
Cabe mencionar, llegado este momento, el todavía importante influjo de la mano guía. Si bien el chapoteador es un tritón en potencia, un ser con libertad de elección, no hay que subestimar el poder constructivo/destructivo de una mano guía. Esta puede: inspirar confianza, ayudar en las experiencias y apoyar incondicionalmente; pero también es capaz de: asustar, desentenderse y sustituir sus atenciones por manguitos y flotadores. Cuidado con ellas, pues pueden convertir (muy a su pesar incluso) a todo un prometedor Mark Spitz en un chulo de playa con síndrome de Peter Pan.
La mano guía es una de las influencias externas. Hay más: el tipo de costa (longitudinales, transversales, volcánicas), los demás chapoteadores (amigables, ausentes, nocivos), la fauna, el clima etc. nadie dijo que no hubiera factores externos, de hecho la existencia de ellos es la que da verdadero sentido a la resolución del futuro tritón. Merecen un capitulo aparte.
Una vez el agua deja de ser un problema, al menos per se, es cuando el pie puede separarse, definitivamente, de las manos arenosas de la playa
este agua es adictiva...
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