martes, 12 de julio de 2016

Tú/Mi cubo de Rubik





Tú/Mi cubo de Rubik


Te encontré: multicolor, pero en fragmentos; cuadrada, pero en espiral, siempre en espiral. Y vertí mis tripas hacia arriba esperando que no lloviera, encendido el cuarto oscuro que teme ser cegado. ¡Mira, son mis piernas, puedes andar con ellas!, dije, para que me acompañaras a lo desconocido, dije, a gritos de susurro de mudo, como yo solo sé. Y palpé y pulsé y giré y bailé. Del rojo al verde y del blanco al azul; alineando confesiones en un naranja coincidente, reincidente y adictivo. Y abrí mi cabeza, a golpes de piolet del cristal multicolor de tus ojos de gata muerta, haciendo de mí la caja negra del avión de tus secretos. Y, palpando y pulsando y girando y bailando, fui vistiendo tus múltiples caras de todos tus colores, todos queridos. Y te di mis intenciones de ingeniero obstinado en resolver el enigma de nuestras sonrisas deshilachadas. Y palpé y pulsé y giré y bailé. Del rojo al verde y del blanco al azul. Y escuché un clac, y tu mecanismo se detuvo, todo se detuvo. Y esperé... esperé con la inocencia del niño perdido, esperé para después desesperar con el pellizco del padre angustiado. Y tus colores se desprendieron en cuadrados de a nueve, dejando a la luz un cubo de plástico: negro, liso y sin ornamentos, pero con unas espirales cinceladas con líneas aún más negras, líneas que nunca llegarán a tocarse. Y dejé de palpar y pulsar y girar y bailar. Y me detuve, gris, y lloré ceniza. Y me fui para, desde la puerta, mirar atrás y recordar cada uno de aquellos colores, todos queridos. Y tragué en una saliva negra una pregunta que ya nunca te haré. 



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