NO DIGO NADA MÁS -microrrelato para veraneantes-
Sale del curro y entra en el coche corriendo, ya lo preparó todo anoche. El aroma dulzón del ambientador hoy huele hasta bien. Son tan solo dos horas -piensa-, y además arregló el reproductor. Un CD cualquiera le valdrá: rock, metal... un mix quizá y a volar, tal como lo han hecho estos dos últimos años. ¿Quién se lo iba a decir antes de eso?: pasada la treintena, sin trabajo, sin proyectos y con una pesada mochilita de fiascos sentimentales.
Da igual, ahora es todo diferente. Arranca su monovolumen y mete primera. Segunda y deja atrás su calle, enciende el aire. Tercera, se incorpora a la autovía, una sonrisa cómplice y amplia le espera en la playa. Cuarta y quinta, el camino es sencillo, ya lo ha hecho antes. -¿Yo padre? -se mira en el retrovisor y sonríe- aún no se lo termina de creer, y eso que su pequeño solete ya tiene seis meses. Se pone a cantar y el tiempo pasa entre "las princesas y los piratas de Sabina", "los segundos y terceros movimientos de Extremo" y las particularidades del camino (montañitas, estaciones de servicio etc.).
Advierte el silbidito del wassap entre un redoble y varios acordes de guitarra. Seguro que es Raquel -se dice a sí mismo-, quizá sea algo importante. Coge el móvil para responder y nada más: nada más de Raquel, nada más de solete de seis meses, nada más de amor, nada más de latidos, nada más de aire... solo sangre, metal y asfalto.
Da igual, ahora es todo diferente. Arranca su monovolumen y mete primera. Segunda y deja atrás su calle, enciende el aire. Tercera, se incorpora a la autovía, una sonrisa cómplice y amplia le espera en la playa. Cuarta y quinta, el camino es sencillo, ya lo ha hecho antes. -¿Yo padre? -se mira en el retrovisor y sonríe- aún no se lo termina de creer, y eso que su pequeño solete ya tiene seis meses. Se pone a cantar y el tiempo pasa entre "las princesas y los piratas de Sabina", "los segundos y terceros movimientos de Extremo" y las particularidades del camino (montañitas, estaciones de servicio etc.).
Advierte el silbidito del wassap entre un redoble y varios acordes de guitarra. Seguro que es Raquel -se dice a sí mismo-, quizá sea algo importante. Coge el móvil para responder y nada más: nada más de Raquel, nada más de solete de seis meses, nada más de amor, nada más de latidos, nada más de aire... solo sangre, metal y asfalto.
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